elijo cada una de mis alergias el universo todo me da alergia... el polvo me da alergia porque me cubre del pasado y porque me esconde detrás de mis ojos el níquel me da alergia como una espada blanca atravesando mi propia metamorfosis la rutina me da alergia por el claroscuro monstruoso paso del tiempo el estrés me da alergia por mi adicción al caos y a la adrenalina autoprovocada el contacto visual me da alergia por la anarquía tornadiza de las miradas o la inmutable pudicia de mis ojos el sexo me da alergia por la incompatibilidad mental por la búsqueda de aplausos la penicilina me da alergia o tal vez no quizá le tengo alergia al miedo y mis alergias duran lo que mi conciencia intenta interpretar o lo que mi cuerpo elige agonizar.
sal en los ojos el polizonte que recorre las calles de sangre no se detiene ni a observar de reojo las úlceras sangrientas ni busca justicia en el bombardeo involuntario ni busca otro legado que bañar con burbujas cada rincón oscuro en cada santiamén biográfico como un aliento de aguavino de encías sangrantes del sentimiento original renovado en la sangre derramada y la sincronía oportuna de la tierra media del café de colores con los intestinos ajustados por las cuerdas multipresentes en cada uno de los extremos de su ínfimo alcance sin otro particular que ahuyentar el miedo mientras haya vida que vivir y conservar la amistad con lo vivido y no soltarle la mano al dolor ni acudir a lo que sucederá sino surfear la crisis de globo propio como la separación ética del tiempo de vida que nos queda y el que ya se fue como las golondrinas que vuelan marcha atrás y emprenden viajes en el tiempo perceptibles solamente desde esa piel con ojos de sangre con sal porque el polizonte solo descansa cuando una avalancha de sal inunda la ollada miope y escala la montaña insípida para llegar al otro lado y procurar un último aliento antes que la herida que sangra por los ojos inunde el templo y ahogue a cada ladrillo y mate toda esperanza de cada niño que esperaba su baño de burbujas
inagotable instante el inagotable instante la infancia fugaz el retorno constante lo vivido atrás
arenas movedizas tengo que dejar de ver el futuro con ojos del pasado con sensaciones pasajeras abandonar la amable naturaleza sólo aparentemente indómita. que me condena inmóvil inconcluso jodido en la podredumbre tengo que dejar de ansiar certezas el absolutismo encefálico maldito un sinsentido que invade mi cuerpo estancado en arenas movedizas tatuado temporalmente por emociones infantiles el descontrol mental la agonía pasajera tormenta eléctrica sólo aparentemente inevitable.
cinco minutos en cinco minutos soñé una vida a tu lado como decía Víctor Jara: la vida es eterna en cinco minutos es lo ilusorio de lo inalcanzable lo jodido de estar ciego y lo que impide el denuedo justo cuando el valor atravesó mi mirada recuperé la vista al pasar a tu lado y te robé cinco minutos de tu vida una audaz decisión una posible decepción fue como un sopapo para ver que sólo bastaron otros cinco minutos para pasar esta vida a tu lado
reencarnación tal vez en otra vida fui otra cosa pero en esta vida soy una calculadora
café con leche es mejor no creer en la reencarnación ni en la vida después de la muerte elijo no creer es mejor no soñar una vida juntos si vamos a vivirla esperando la muerte claro que no es mejor disfrutar la vida como si fuera una sabiendo que tendremos mucho tiempo para estar muertos prefiero ver el verde de tus ojos en el horizonte curvo y radiante de los paisajes de mi jardín secreto o mecerme en mi hamaca mientras espero el café con leche que me estás preparando o hacerte el amor mientras vamos de camino a hacer el amor o disfrutar de mi soledad mientras transito hacia el polvo...
nos persigue la muerte no somos amigos de la muerte ni la conocemos pretende alcanzarnos tocarnos pringarnos polvo pero siempre llega tarde cuando ya no estamos cuando ya nos fuimos
desconocida geometría el espesor de tu mirada me traspasa esa mirada de reojo la densidad la sutil conversación sin palabras el roce de tu cuerpo con el mío a ritmo de reggaetón el espesor de tu mirada la geometría psicodélica de tu piel tu aliento en mi oído tu alma curva y fractal entregada para todos y para nadie más que vos misma todas esas pequeñas cosas me hacen pensar escribir en borrador y tirar el papel (des)conocerte de a poco porque al final solo me queda la calma cautela en este baile de a dos
el reflejo de la sombra la vida me enseñó a desconfiar de las personas que no tienen sombra y los he visto les da la luz del sol y no producen sombra sus sonrisas espléndidas reflejan la luz que sus ojos no pueden producir y encandilan a cualquiera que esté dispuesto a la muerte en vida al desperdicio temporal al débito automático o al cálculo imposible del reflejo de la sombra en la vida que ellos pretenden explicar desde el occiduo galicinio del día a día y la efabilidad de esto se hace efectiva solamente desde las más perversas mentes propagandísticas con esa fachada seductora y esa cítrica conexión visual con la boca

Rubén nació en Santa Cruz de la Sierra, pero más que un cruceño es un camba-colla-chapaco universal. Es internacionalista y conflictólogo de profesión, músico para sí mismo y nadie más; poeta cuando le da la gana. Fue cofundador y parte del directorio de Cronistas Latinoamericanos. Ha escrito ensayos sobre pensamiento político cruceño y es columnista de opinión en Unitel Digital, entre otros medios como El Deber y La Razón. Es miembro del Grupo de Análisis Permanente «La Bolivia Posible» de la ANF. Es activista de causas que solo en su mente tienen sentido y fue Comandante General en la Guerra de las Losetas (2022).
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